Científicos “made in”
Ixai, Elizabeth y Helena no esperaron a terminar sus grados para irse a otro país. Ahora, desde Galicia, Suecia y Reino Unido llegan a la misma conclusión: la ciencia es colaboración y no entiende de fronteras. Así rompieron ellos las suyas.
Ixai y el mar
Ixai Salvo (Biología 2012) es un claro exponente de que los sueños, por muy difíciles que parezcan, dependen en gran medida del tesón que se ponga en cumplirlos. Él, que no tenía en su vida ninguna relación con el mar, ha luchado para ser un experto en pesca a nivel europeo y ahora, con todas las prácticas durante el curso, en los veranos, el programa Erasmus y un máster en Tromso, forma parte de un proyecto europeo sobre el papel del sector en el Continente.
La historia de unión entre Ixai (Biología 2012) y el mar se fraguó en los ríos, estanques y pantanos de Navarra y alrededores, sobre barcas diminutas y, las más de las veces, con el agua hasta la cintura.
Entonces ya estudiaba Biología y formaba parte del departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias. “Allí me acabé de convencer de que lo mío eran los peces”. La oportunidad de dar el salto al mar llegó al final de cuarto de carrera. Fue con unas prácticas de verano en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (ICM), antes de irse de Erasmus.
“En el centro del CSIC de Barcelona tuve la suerte de hacer cosas que no me gustaban tanto. Incluso que no se me daban bien”. Esto, subraya, resulta crucial para salir de la “zona de confort”. “Aquellas horas contanto huevos de rape en el laboratorio me ayudaron a conocer mis límites y a valorar más mis puntos fuertes”. También le obligó a sumergirse en una ambiente de trabajo nuevo, muy diferente a lo que conocía.
En la Ciudad Condal, además, pudo embarcarse y comprobar, con alegría, que el mar no le mareaba. “Y conocí el mundo de la pesca. Aquello me fascinó”. Pensó que debía orientarse hacia la Biología Marina, y con ese objetivo quiso recalar en la Universidad de Tromso, en Noruega, con la cual la Universidad de Navarra mantiene un acuerdo que permite a los alumnos del Diploma de Biología Marina cursar allí seis meses del grado. “Ese era mi plan, pero no lo conseguí. A cambio, me aceptaron en Plymouth”.
Superada la decepción de no pasar un tiempo en el Ártico -quién le iba a decir que después viviría allí 3 años…-, comenzó a informarse y descubrió que la universidad británica tenía muchos puntos a favor: “Además de sus recursos y de contar con un departamento propio de Biología Marina, la ciudad es preciosa. Y su universidad, una mezcla de campus de película -con edificios nobles, uniformes recargados y ceremonias y fastos con siglos de celebración- y de centro de investigación moderno y lleno de energía. Con ese cariz que solo saben imprimir los ingleses…”.
“Allí descubrí por experiencia propia su leit motiv: si no lo intentas, no puedes decir que no es posible”. Los ingleses, recuerda Ixai, “aplican este principio a todo. De hecho, había proyectos de lo más extraños que estaban abiertos solo porque alguien creyó en ellos y se esforzó en sacarlos adelante”. Interiorizar esa idiosincrasia le supuso a Ixai, y a su compañera de curso Laura Villacorta -que también viajó a Plymouth-, una oportunidad inmejorable para trazar su propia hoja de ruta: “Modificamos varias veces el plan de formación y aceptaron todas nuestras propuestas, siempre que fueran viables”.
La política del centro, recuerda Ixai, le enseñó a solucionar los problemas por sí mismo, a luchar por lo que le importaba y a ser más competitivo: “En Plymouth, como sucede en general en el mundo de la ciencia y en el mundo laboral, competíamos por todo, desde las notas hasta los apuntes. Incluso para hablar con los profesores”.
Todo sirve para completar el equipaje y tener una visión más amplia de la ciencia a nivel internacional: “Volvería a irme de Erasmus sin ningún tipo de duda. Es una oportunidad única, tanto para el desarrollo profesional, como en el plano personal. Hoy lo repetiría sin dudarlo un segundo”.
La independencia fraguada en aquel curso de Erasmus le convenció para continuar su periplo internacional. Esta vez, con el viento a favor, recaló por fin en Tromso: “Noruega seguía en mi cabeza. Además, los másteres allí son gratuitos. Como las experiencias anteriores me habían llenado tanto, y mi nivel de inglés había mejorado después del Erasmus, me vi con fuerza para lanzarme a una nueva aventura”.
Si Plymouth contaba con su propio departamento de Biología Marina, la universidad nórdica tenía hasta sus propios barcos. En los tres años que pasó allí se formó en técnicas y tecnologías pesqueras; viajó a Svalbard –un conjunto de tres islas que es la última frontera de Noruega antes de llegar al Polo Norte-, donde se embarcó en el RS Helmer Hanssen; y pescó en las aguas del Ártico mientras realizaba el Máster en Gestión Internacional de la Pesca de The Arctic University of Norway (como pasó a llamarse la Universidad de Tromso). En aquellas expediciones se convirtió en “uno más” de la tripulación. “Fondeamos en el Mar de Noruega, en los fiordos y en el Mar de Barents, y todas esas experiencias me sirvieron para analizar distintos aspectos de la práctica de la pesca y de su gestión”.
Dominado el conocimiento del “entorno” marítimo, Ixai ha colocado su última frontera en la vertiente social de la pesca, a la que se dedica en la actualidad en el doctorado, dentro del proyecto europeo SAF21, al que ha accedido gracias a la beca Marie Sklodowska-Curie. Así pues su trabajo -que se desarrolla en la Fundación CETMAR (Centro Tecnológico del Mar)- forma parte de un proyecto que engloba a centros de todo el continente ocupados en entender cómo gestionar mejor las diferentes pesquerías europeas, teniendo en cuenta que se trata de sistemas complejos: “Particularmente, pretendemos abordar los posibles cambios en los sistemas regulatorios que garanticen el desarrollo y el éxito de futuras iniciativas paneuropeas en el sector pesquero”, resume el graduado en investigatigador del Campus Do*Mar de la Universidad de Vigo. Y añade: “la pesca es sobre todo un mundo muy complejo, estructurado en base a personas que labran y trabajan el mar para sacar lo mejor de él”.
Para Ixai, el mar ya es su mundo. Una profesión con la que se atrevió a soñar cuando pisó las aulas de Ciencias, y “como solo es imposible lo que no se intenta”, ha logrado y sobrepasado aquel sueño, que ahora continúa en aguas de Galicia.
la química de la perseverancia
Elizabeth Polido (Química 2012) asegura que una experiencia internacional cambia a la persona. La hace madurar y alcanzar una visión más amplia y abierta sobre el mundo. También enseña a ser perseverante, a lidiar con los problemas y a no tirar la toalla.
“Si alguien me hubiera dicho hace cuatro años que iba a acabar viviendo en Suecia, no me lo habría creído y, sin embargo, ¡aquí estoy!
Elizabeth Polido Legaria (Química 2012) había interiorizado, desde que decidió ser científica, que su carrera pasaba por hacerse con una buena “cartera” de experiencias internacionales: “El mundo de la ciencia es, por definición, un ámbito de colaboración, a través de conferencias internacionales, de estancias cortas en otras instituciones… Y para ello hay que estar acostumbrado a viajar con frecuencia y a trabajar con personas de cualquier parte del Globo”.
Por eso una experiencia internacional durante la carrera “puede ayudar mucho. Para empezar, por el idioma. En mi opinión, y por experiencia, un excelente nivel de inglés garantiza una buena y fluida comunicación. También el hecho de tener la mente abierta para trabajar con personas muy diversas”.
Incluso si se opta por buscar trabajo en el ámbito de la industria, el perfil internacional está muy valorado: “En parte porque estas experiencias aportan confianza en uno mismo. De hecho, en España con frecuencia pensamos que nuestro nivel educativo y formativo es inferior al de otros países, que solemos idealizar. Sin embargo, cuando estamos fuera y comenzamos a trabajar, descubrimos que la cualificación recibida es excelente, y que no tienen nada que envidiar a otros países”.
Detección de drogas y explosivos en Miami
Con una idea muy clara de cómo desarrollar su carrera investigadora, en 3º de Química Elizabeth buscó y rebuscó hasta dar con unas prácticas de verano con las que inició su pasaporte de científica internacional. El centro elegido fue el International Forensic Reseach Institute, en Miami (EE. UU.). “Durante un mes y medio me incorporé a un grupo de trabajo dedicado a la Química Analítica aplicada a las Ciencias Forenses. En realidad, nuestro proyecto no tenía nada que ver con técnicas del tipo de CSI, sino con herramientas analíticas para la detección de drogas y explosivos”.
En concreto, trabajó con las técnicas GC-DMS (Gas Chromatography-Differential Mobility Spectroscopy) e IMS (Ion Mobility Spectroscopy): “Con estas herramientas se detectan tanto las drogas como los explosivos por ejemplo en los aeropuertos. Nuestro objetivo en el IFRI consistía en optimizarlas para minimizar los falsos negativos y positivos que se producen en su uso”.
A nivel profesional, recuerda, esta primera experiencia fue inmejorable: “Ese primer contacto con el mundo de la investigación me ayudó a definir si quería seguir por este camino o decantarme por al industria. Y a nivel personal, trabajé con personas maravillosas que me enseñaron muchísimo y con las que sigo en contacto. De hecho, mi supervisor en la estancia, el profesor Dr. José Almirall, fue clave para buscar mi doctorado, y sus referencias me ayudaron muchísimo para llegar hasta Suecia.
En busca de las “tierras raras”
Finalizado el grado, Elizabeth continúo la especialización con un Máster en Química Avanzada. “Cuando lo estaba acabando, comencé a agobiarme con ‘qué vendría después’. Sabía que quería hacer el doctorado y que quería hacerlo fuera de España. Eché solicitudes en Holanda, Alemania, Noruega, Reino Unido… Y en Suecia”. El proceso de selección en la Universidad de Ciencias Agrícolas de Suecia (SLU, sveriges lantbruksuniversitet)fue el más ágil. “También me ofrecían un proyecto que me atrajo desde el comienzo, así que aunque querían que comenzara nada más terminar el máster, lo acepté. Y fue la mejor elección que he hecho en mi vida”.
Su trabajo, que se prolongará todavía dos años más, se centra en las llamadas “tierras raras”, un grupo de 17 metales -llamados lantánidos, junto con el Escandio y el Ytrio- que resultan cruciales para el desarrollo de la tecnología y de cientos de aplicaciones que utilizamos a diario. “En el departamento de Química y Biotecnología desarrollamos nuevos nanoadsorbentes magnéticos para extraer y separa estas tierras raras, fundamentales para fabricar imanes permanentes”. Por ejemplo, los imanes de Neodimio -los más conocidos- y otro tipo de imanes que se utilizan en las energías renovables -para las turbinas eólicas-; también en informática, telefonía móvil, medicina –la imagen por resonancia magnética o la resonancia magnética nuclear no serían posibles sin estos imanes-, e incluso los motores de los coches los utilizan.
Su Universidad, junto con otros centros de investigación e industrias de la UE, forman parte del proyecto europeo EURARE. “Tradicionalmente, las tierras raras se importan desde China, que posee las mayores reservas naturales de estos metales. Además, la legislación para la extracción es bastante más laxa que en Europa o en EE. UU. No obstante, Europa tiene suficientes recursos mineros como para desarrollar y abastecer de estos materiales a su propia industria”. Por eso el objetivo de su estudio se centra en estudiar e implementar técnicas de extracción y separación de estos metales, “también para intentar reciclarlos de los productos tecnológicos que desechamos en grandes cantidades”, subraya Elizabeth.
La vertiente eminentemente práctica de este proyecto puede abrirle, en su opinión, nuevas puertas, tanto en la investigación -que no le importaría prolongar con un posdoc en otro país-, como en las numerosas industrias del sector. Por el momento, ella disfruta de uno de los países con mayor calidad de vida del mundo. “Cuando te marchas a otro país tienes que asumir que ningún lugar es perfecto, que encontrarás aspectos mejores y peores. Se trata de reflexionar y afrontar si lo bueno compensa el resto”.
“Las condiciones laborales, los beneficios sociales y la igualdad de oportunidades son aquí un punto y aparte. Sin ir más lejos, la baja de maternidad-paternidad -que se suele dividir entre los padres- dura un año y medio. Pero la vida social no tiene nada que ver con la de España, ni el clima. Puede parecer una tontería, pero los inviernos con -20ºC en los que anochece a las 2 pm. son duros. Eso sí, el verano es precioso. Como digo, la cuestión es que la vida te compense”. Y a ella, por el momento, le compensa, y mucho.
Links de interés
Euraxess: http://ec.europa.eu/euraxess/ En esta web publican ofertas de trabajo de investigación en Europa. A través de ella Elizabeth encontró su posición de doctorado, y otras que solicitó al mismo tiempo.
Viaje al otro lado del mundo
Hong Kong representó para Helena (Bioquímica 2014) el trampolín necesario para creer en sí misma, e intentar, terminada la estancia allí, entrar en una de las universidades más prestigiosas del mundo: Oxford. Y no solo lo consiguió, sino que ahora realiza allí el doctorado en Obstetricia y Ginecología.
Helena se graduó en Bioquímica (2014) en una universidad al otro lado del mundo, en Hong Kong. Llegó al campus asiático en el último año de carrera con el objetivo de vivir una experiencia personal y profesional que intuía transformadora, como finalmente fue: “Me lo planteé como una oportunidad que no podía rechazar. Quería pasar un año fuera, y Hong Kong me pareció una buena opción”. La realidad, recuerda, es que el hecho de optar por un país que no tiene nada que ver con Europa, ni en el idioma ni en la cultura, se convirtió en una lección de vida. “Personalmente, cambió mi perspectiva en muchos sentidos. Aprendí valores de la sociedad asiática y me hice más independiente. Al mismo tiempo, aprecié de otro modo algunos aspectos de la sociedad española y europea que damos por sentados”.
Ordenadas las prioridades y con una maleta repleta de reflexiones, la experiencia también cambió su perspectiva profesional: “Gané independencia en el laboratorio y pude estudiar aspectos de la ciencia extendidos en Asia, como la manipulación genética animal, en peces, muy habitual en Mainland China y Hong Kong”.
En un entorno completamente diferente, Helena se apoyó en una nueva red de compañeros y amigos que fueron quienes le animaron a solicitar una plaza para realizar un máster en Cambridge y Oxford. “Mis amigos ingleses creyeron en mí. Insistieron en que podría lograrlo y me dieron la fuerza que hasta entonces solo había tenido en sueños”.
Punto de inflexión
Para esta graduada en Bioquímica, una experiencia en el extranjero “es parte de la educación universitaria. Te permite vivir y conocer otro país, de modo que tu cultura se expande y eres mucho más capaz de relacionarte y entenderte con cualquier persona”.
Esta ventaja, adquirida durante su año de intercambio, la trasladó al laboratorio en Oxford, donde consiguió plaza para realizar un Máster en Embriología Clínica: “La experiencia previa, el haber demostrado que no sentía miedo a irme sola al otro lado del mundo si el proyecto me motivaba, fue clave para entrar en el posgrado”.
Una vez en Reino Unido, resultó que el laboratorio de Oxford era todavía más internacional que la Universidad de Hong Kong: “En Asia aprendí que dominar inglés tampoco resulta suficiente, ya que allí mucha gente solo hablaba cantonés o mandarín. Esta barrera se me hizo muy dura al comienzo. Me di cuenta de que muchas personas evitaban comunicarse conmigo por la dificultad que supone cuando no se comparte ni una sola palabra”. “Al final”, añade, “aprendí a usar símbolos y algunas palabras en mandarín y me fui adaptando. También comprobé que con una sonrisa, y una buena actitud, se facilita gran parte de la comunicación”.
Helena es consciente de que el intercambio forma parte intrínseca de la ciencia: “Nuestro ámbito avanza si se comparten conocimientos, en cualquier parte del mundo, por eso requiere, sí o sí, saber colaborar, aprender otras estrategias y estar abierto a puntos de vista y opiniones de todo tipo”. En una palabra: requiere de una mente abierta que solo la dan las propias experiencias en otros países.
Esta enseñanza, que algunas personas tardan años en adquirir, forma ya parte del ADN de esta joven bioquímica. Ella, en tan solo tres años, se ha graduado en Hong Kong, ha cursado un máster en la Universidad de Oxford y ahora realiza allí su doctorado.
Mapa de los convenios de Ciencias
La Facultad de Ciencias mantiene 23 convenios con centros de 13 países para realizar prácticas y estancias de Erasmus durante la carrera.
Más información
Secretaría de Relaciones Internacionales de la Facultad Ciencias: Ainhoa Ruiz de Erenchun: aruize@unav.es